"Temo el día en el que la tecnología sobrepase nuestra humanidad, porque el mundo solo tendrá una generación de idiotas". Esta es una gran frase dicha por el gran cerebro del pasado, El señor Albert Einstein. Y qué razón tenía. Tan solo mirando a nuestro alrededor nos damos cuenta de que no podemos vivir sin las nuevas tecnologías. O peor aún, que dependemos única y exclusivamente de ellas. Redes sociales, smartphones, aplicaciones... ocupan un lugar inmenso en nuestras vidas. ¿Pero alguien se acuerda de aquella época en la que los teléfonos pendían de un cable y los números se marcaban introduciendo el dedo índice en unos agujeros y dando vueltas? ¿O aquellas cartas que intercambiábamos con amigos que conocimos en el campamento y que no llegaban a su destino hasta unos días después?
Según el calendario que la tribu Maya hizo en su momento, el apocalipsis se acerca. Dentro de tres semanas se acabará el mundo y terminará la vida humana. Por esta razón la gente ya ha empezado a asustarse y a preocuparse hasta límites insospechados. Pero para esto faltan aún unas tres semanas. Bueno, pues para mí, ese momento llegó ayer. Digamos que las nuevas tecnologías (los teléfonos inteligentes) y yo tenemos una relación... peculiar! Si! Peculiar lo llamaría yo. Un "ni contigo ni sin tí" un... nose... lo que viene siendo un relación un tanto extraña. Es el tercero que lo tengo en un par de años y me lleva por la calle de la amargura. Resulta que ayer, sin comerlo ni beberlo, se me borraron "automáticamente" todos los mensajes que he tenido guardados en el muro del Whats App.
Creeréis que lo que he mencionado anteriormente es una tontería como una casa. Pero yo no lo considero así. No es que cuatro (millones) de letras escritas en una aplicación del móvil me quiten el sueño, pero me gustaría explicaron qué es lo que significaban esos mensajes para mí. Cada una de las personas que se encontraban en esa lista tenían un significado especial para mí. Quién no ha mirado alguna vez esa lista y ha dicho: "Ala! ¿Y esto?... ¿Con est@ también he hablado?... ¿Y esta conversación? seguro que fue de borrachera jajaja" Estas son las reacciones típicas que nos sacan una sonrisa cuando menos nos lo esperamos. Nos acordamos de recuerdos, imágenes, que se quedan en nuestra memoria, y así, poco a poco vamos construyendo nuestra historia.
En esa lista había dos años de alegrías, de tristezas, de sorpresas, de ilusiones, de sentimientos en general los cuales me hubiese gustado conservarlos hasta... ¿Quién sabe hasta cuando? Quizás hasta que yo lo decidiese. En la lista se hallaban personas con las que hablo todos los días como gente de la cuadrilla, familia, o compañeros de clase, amigos... También había gente a la que ya casi me es imposible coincidir con ella pero que en su momento entablé una grandísima amistad, y espero conservarla durante toda mi vida, o al menos por muchos años. Había conversaciones que me interesaba conservarlos por el mero hecho de que eran buenos consejos que debía seguirlos ha medida que transcurría la vida. Gente la cual en el pasado fue importante para mí y aún sigue siéndolo aunque ya no hable con él. Guardaba buenísimos recuerdos en todas esas miles de palabras y ayer a la noche (u hoy a la madrugada) han desaparecido para siempre.
Podéis pensar que soy víctima de esta enfermedad que sufren muchas personas de nuestra sociedad. La llamada adicción al teléfono móvil, redes sociales o simplemente y englobando, a las nuevas tecnologías. Pero yo díría mas bien, que soy adicta a los recuerdos. Que vivo aferrada al pasado y tristemente creo que eso es mucho peor que cualquier dependencia a los aparatitos. Pero al fin y al cabo dicen que nuestra historia la escriben nuestros recuerdos, y si es así mi vida promete ser un sueño; ya que me quedo con lo bueno y... también con lo malo. Aunque debo decir que de esto estoy aprendiendo. Poco a poco. Sin pausa pero sin prisa.
"En las películas están la protagonista y las amigas de la chica. Tú debes actuar como la protagonista, pero estás actuando como la amiga de la protagonista" The Holiday
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